martes, 21 de abril de 2015

El primer partido de mi vida

El primer partido de mi vida fue en Septiembre, el mes en que cada año empezaba todo: las colecciones de cromos, los últimos fichajes, los amigos que volvían,  también el colegio, las rutinas de las tardes,  los pantalones largos, los días cortos y , claro, la Liga.


Mi tío, y padrino, tenía 3 hijas y una afición futbolera que no tenía salida en su casa. Había convencido a mi padre para que nos hiciéramos socios del Real Madrid los 4 (aun cuando sólo él era del Madrid) . Era una buena solución para dar salida a mi desmedida afición por el fútbol toda vez que el equipo de mis sueños jugaba demasiado lejos.
Así que ahí me ves, por si no era suficiente con ser uno de los 2 del Barça en mi colegio  en pleno barrio de Chamberí en esos años en los que el Barça para diciembre ya tenía perdida la Liga, ahora además cada 2 domingos sería hincha ocasional del Málaga, el Sporting, el Valencia o el que fuera en espera de ese milagro que nunca ocurría: ver perder al club del que era socio.
Aquel día de septiembre, yo acababa de conocer a algunos primos que vivían lejos en la comida del 70 cumpleaños de mi abuela. Habíamos comido en Rugantino, un restaurante italiano elegante y  moderno del grupo Vips (en los 70 cualquier cosa que no fueran macarrones era moderno para un niño de 9 años). Pero yo me había pasado toda la comida pensando en el partido  y preocupado por si llegaríamos tarde a mi estreno.
En aquel septiembre del primer partido de mi vida, Franco todavía vivía, (aunque en las conversaciones que tenían los mayores yo había oído que estaba muy malo y que ya le quedaba poco), Aute estaba a punto de componer “Al Alba” tras la noche más larga y los Alcántara ya debían estar viviendo en San Genaro pero yo por entonces todavía no les conocía.
La tarde del primer partido de mi vida, yo me planté en el Bernabeú conociéndome todas las alineaciones  del Racing, del Hércules del Salamanca, del Granada y hasta del Elche. Mi cabeza estaba llena de oriundos y los Finarolli, Trobbiani, Saccardi, Giuliano, Carnevalli y Caszely no tenían secretos para mí. También conocía el nombre de los reservas, dónde habían nacido, si eran o no internacionales por su país y la altura y peso de muchos de ellos.
Nunca tanta información contenida en un espacio tan pequeño como el de un cromo fue tan asimilada por un niño ( conformando lo que Tomás definiría años después como “maleta de información inútil”).
En el primer partido de mi vida quise que me compraran una almohadilla que como me informaron mis vecinos de localidad además de hacer más confortable el cemento de la grada me serviría “para tirársela al árbitro al final del partido si no me había gustado su actuación”.
En el primer partido de mi vida, y en los siguientes, el fútbol olía a puro, a carajillo, a termo de café ( pasado de mano a mano como vería correr los Minis en El Parador menos de 10 años después). Y en el campo había mucha melena, mucho bigote, poca “tableta de chocolate” y ningún tatuaje.
El primer partido de mi vida, y los siguientes, son recuerdos de gente subida en las azoteas de los edificios  de Concha Espina intentando atisbar algún gol. También de mantas para combatir el frío y de paraguas compartidos … y  de miradas al marcador simultáneo donde aquellas marcas que perdieron la carrera de la modernidad, nos indicaban, no sin cierto suspense, que había habido gol en La Rosaleda o en el Molinón.  Y de fondo el sonido de los transistores, reflejo de las dos Españas ( la más moderna del Butano y Juan de Toro y la más rancia de Hector del Mar y su “un, dos ,tres … Sakuskiya otra ves”)
En el primer partido de mi vida, y en los siguientes ( como en las corridas de Las Ventas) lo mejor estaba en la previa en los bares de la zona donde la gente fantaseaba con lo que pasaría unos minutos después y recordaba el último regate de Amancio o el último salto de Santillana, acodados en la barra de nombres míticos como El Cachirulo, P-6 o José Luis, mucho antes de que la Esquina del Bernabeú y las franquicias lo desnaturalizaran todo.  Nunca el fútbol resulto más sugerente que en la voz de aquellos aficionados que recreaban cada acción con memoria enciclopédica.
En el primer partido de mi vida, descubrí  lo importante que era estar atento a cada acción porque los goles ni se avisaban con antelación ni se repetían... Y Estudio Estadio empezaba muy tarde los domingos.
En el primer partido de mi vida, ya descubrí que en el fútbol estaban permitidas cosas que no estaban permitidas en la vida real a un niño como insultar a la gente, preferentemente al árbitro o al rival. También se podía animar a alguien de tu equipo con gritos tan poco deportivos como “Benito mata” o hacer chanzas sobre posible defectos físicos del rival.
En el primer partido de mi vida descubrí una muy curiosa camaradería entre personas y familias que no tenían nada que ver excepto la proximidad cada 15 días de una localidad, el amor a unos colores, un enemigo común y la memoria del sufrimiento y la alegría compartidos.

El primer partido de mi vida, lo ganó como casi todos los de esa temporada, y de las siguientes, el Madrid para disgusto del niño que era y de los jugadores  y seguidores del Racing de Santander y  para felicidad de mi tío y de sus compañeros de asiento… y de mis amigos de clase.
En el primer partido de mi vida Amancio y Breitner, precisamente Breitner, fueron los autores de los goles.

3 comentarios:

atikus dijo...

El primero de mi vida, fue por el estílo...con mi padrido, hincha desmedido de la Real Sociedad, (mi segundo equipo), en el Bernabeu. Misma época, En esos tiempos, ciertamente había otros defectos y otras virtudes, en términos generales me gustaba mas entonces, mas cercano todo, pero como son otras épocas lo dejo en la memoria.

Pilar Ramírez López dijo...

El primer partido de mivida, fiel a mi estilo, no recuerdo cuál fue. Pero hubo tantos después de ese que no tiene importancia. Tardes con mi padre y sus amigos. Tarde de café solo antes del partido y de whisky y tertulia después (para ellos, claro). Por esa época, con los adultos, yo era callada y escuchaba casi sin aprticipar en las conversaciones, fruto de una educación donde el respecto "al mayor" era casi reverencial. Pero es precisamente de aquellas tardes de fútbol, amistad y compañía de mi padre, de las que guardo algunos de los mejoresmomentos de mi vida. Los títulos fueron un añadido, pero no lo principal...

Nacholat dijo...

Pilar, me encantan tus recuerdos asociados a esa relación tan especial con Don Paco, un madridista señor. Qué bonito es el fútbol!