ba-lon-ces-to

Somos un país agónico en deportes, acostumbrados a clasificarnos en repescas, ganar y perder en el último minuto,o meter la canasta salvadora cuando suena la bocina.

Y de repente llegan unos tíos que son normales, que no han caído en las garras de docce gabanna y versace, que se lo pasan bien jugando, que atienden a la prensa y al público porque saben que es parte de su trabajo, de un trabajo de privilegiados, que sonrien... y que además son los mejores.

Y ganan e ilusionan. Disfrutan y nos hacen disfrutar.Y nos olvidamos de complejos atávicos, de sindromes post-vacacionales y de crisis hipotecarias. Y nos sentimos más altos y más guapos.

Y se produce un extraño consenso a su alrededor, y acaparan titulares y telediarios y nada se critica no vaya a ser que se rompa el hechizo, y se llena el palacio de deportes de un público más de palacio que de deporte, y se les compara con sus hermanos más ricos del futbol ...

Pero entonces sale el espíritu cainita que todo español lleva dentro, y salen a flote años de rencor acumulado tras muchas decepciones futboleras ( y nos acordamos hasta del mundial del naranjito y también de los no-goles de cardeñosa y salinas cuando nadie se acuerda que la españa de diazmiguel hizo el rídiculo en las olimpiadas contra angola!) y se recuerda que los futbolistas son unos gañanes y corbalán hizo medicina.

Pero la gente se olvida que el baloncesto solo les gusta cuando se gana y el futbol les gusta hasta cuando se pierde.

Y en esto llega Luis Aragonés, con esa mezcla de torrevieja y bingo, y da la razón a todos. Y demuestra que sí, que hay dos Españas.

Buen fin de semana, nos vemos en la final.